Monday, June 21, 2010

Nieve polvo y frío en el Aneto, 20 junio


Pilar Maza, disfrutando de nieve polvo a las puertas del verano. Quién nos lo iba a decir

Nieve polvo y frío en el Aneto

domingo 20 junio 2010

Pilar Maza, Igor Illarramendi, Donato Molina y Jorge García-Dihinx

Mientras escribo estas líneas noto todavía una rara sensación en las yemas de mis dedos al golpear el teclado. Están todavía resentidos tras soportar este pasado domingo una sensación térmica inferior a -30ºC cerca de la cima del Aneto. Y el recordarlo cada vez que los golpeo, me devuelve recuerdos de unos momentos de sufrimiento y a la vez de gloria. Inolvidables.

Y… ¿Quién iba a pensar que un 20 de junio, a las puertas del verano, tal iba a ser el frío que sufriríamos allí arriba?

Pero me he adelantado a mi historia (Eso a él no le habría gustado, decía Meryl Streep).

Pues bien, ahí va:
Llegaba el último fin de semana de la primavera y hacía días que habíamos dejado guardados los esquís y saltado a la roca caliente, al sol y a la camiseta. Pero tras varios días de flujo de norte, trayendo aire fresco al país, este fin de semana llegaba “la puntilla”. Con una última entrada fuerte de norte, aún más fría, que iba a dejar un palmo de nieve a 2.000m. La ecuación mental para nosotros era muy sencilla: frío + nieve = esquí!! (no??)

No había duda, había que esquiar una vez más para cerrar con un buen broche esta gloriosa temporada. Pero… ¿Qué tiempo tendremos en las Maladetas? Frío, viento y nieve?? Y el sol???

Por lo visto, tras el último frente de norte que se esperaba durante la madrugada del sábado al domingo, los modelos meteorológicos daban una mañana todavía muy cubierta en las áreas abiertas al norte, pero con apertura progresiva de los cielos durante el mediodía del domingo. Esa era nuestra apuesta, ir hacia el buen tiempo. Aunque no sabíamos lo que realmente iba a ocurrir…
Con la esperanza de esa ventana de sol, sumada al frío y al nuevo palmo de nieve polvo esperado, contacté el jueves con Pilar, Igor y Donato, proponiéndoles ir el sábado a Benasque para rescatar los esquís y despedir la temporada en el Aneto el domingo.

La Escuela de Montaña de Benasque estaba completa por jornadas del CUEMUM y así, Donato, buscando por internet, encontró un singular lugar con encanto donde pasar la noche. El Hostal Parque Natural, precioso hostal pasado Benasque, en la pista que da acceso al valle de Estós. Allí nos atendieron los encantadores Javier y Mª Jesús (seguidores de lameteoqueviene!). Creo que volveremos allí más veces. Nos encantó el lugar (y sus vistas).

Y en éstas, yendo el sábado Donato y yo camino de Benasque, recibimos una llamada de Pilar. Está con una fuerte alergia y apenas ha podido dormir. No quiere retrasar nuestros planes si no está a la altura del grupo y nos anuncia su ausencia. Donato lee entre líneas su mensaje y rápidamente la convence diciéndole que el plan no tiene nombre fijo. El único nombre del plan es Igor, Donato, ella y yo. Lo importante es el grupo! Y ambos, con el manos libres, coreamos cantando al unísono: “El grupo, unido, jamás será vencido!!”. Y oye, que la convenció en un periquete!! Esas palabras del grupo unido serían las que nos harían vencer al día siguiente. Donato tenía razón.
Tras cenar los 4 juntos en Benasque nos retiramos al hostal y nos echamos pronto a dormir.

A la mañana siguiente desayunamos tranquilamente. No tenemos prisa. Afuera hace frío y seguirá frío todo el día. Salimos a las 7 AM rumbo a la Besurta. Hacia Benasque está despejado, pero hacia el norte los cielos siguen muy negros. Pensamos que cuanto más avance el día más posibilidades habrá de que se vaya abriendo (ilusos de nosotros…).
Bajo unos finos copos de nieve, salimos a pie rumbo al refugio de la Renclusa. El día pinta más de noviembre que de junio, con toda la montaña baja espolvoreada de nieve como ocurre en las primeras nevadas de cada año. El día sigue feo. Al llegar al refugio paramos a tomar un buen caldo caliente.
El tiempo no cambia. La gente regresa al refugio desde arriba con caras de frío y frustración. Mal día para montaña. Afuera sigue nevando.
Son ya las 10 de la mañana. Decidimos salir… para que el sol nos reciba llegando a la cima del Aneto (pensamos ilusionados, ja, ja). Tras media hora de porteo podemos calzar esquís y subimos con las pieles de foca por los neveros de final de temporada, que ahora tienen un palmo de nieve polvo que lo recubre todo. Qué sensación… Nieve polvo, frío y viento, que de momento no es muy fuerte y se lleva bien. Subimos con casi todas las capas puestas. Nos vamos cruzando con cordadas de montañeros que han decidido darse la vuelta y descienden. Les gritamos: “Que se va a abriiir!!!” “Vamos hacia el soool!!!” . Nos miran como a los locos. Eso era optimismo y lo demás, tonterías.
De vez en cuando algún claro azul asoma en el cielo y el sol iluminaba brevemente las laderas blancas. Estos breves claros nos dan muchos ánimos. Gritamos: “Que se abreeeeeee!!” Pensamos que son el principio de una clara mejoría. Pero rápidamente vuelven los cielos negros y vuelve a nevar sin parar.
Da igual. Seguimos. Total, hace frío y nieva, no? Pues por eso llevamos esquís. De qué nos podemos quejar un 20 de junio? Si hiciera sol y calor, no llevaríamos esquís, ja, ja.

Llegamos por fin al Portillón Superior (2.800m) y decidimos que la moral todavía es alta como para seguir tirando hacia el Aneto. El Portillón es una brecha en la muralla o cresta de los Portillones que separa los glaciares del Aneto y la Maladeta. Por dicha brecha el viento se colaba, soplando más fuerte todavía… Hay que abrigarse más! Nos quitamos esquís y desde la brecha descendemos hacia al glaciar del Aneto, con crampones, pues está todo nevado y hay algunas zonas heladas por el viento.

Pero al otro lado del Portillón no vemos el Aneto. Más bien no vemos nada. Blanco por arriba, blanco por abajo, blanco a la derecha y también a la izquierda. En fin… Paramos a comer al lado de unas rocas y seguimos, tras ponernos todas las capas de ropa que nos quedan. Abrimos huella sobre nieve polvo como si estuviéramos en Siberia. Vamos ganando altura y también el viento gana en fuerza. En un momento puntual, un rápido claro nos deja ver parte de la muralla a nuestra derecha. El Pico Coronas!! Gritamos. Volviedo a pensar que es el principio del bueno tiempo que estamos tan seguros de que está “al llegar”.
Pero la alegría dura unos segundos y pronto volvemos a estar rodeados de ese mundo blanco, sin referencias. Seguimos trazando esa suave diagonal ascendente por el glaciar del Aneto y empezamos a tirar de GPS para situarnos (gracias Donato!!). Nos indica que estamos ya muy cerca del collado de Coronas. El viento nos responde que sí, aumentando en fuerza.
Mis dedos se hielan. No he traído los guantes gordos!! (Ya lo sé, Julio Benedetti, hay que llevarlos siempre! Incluso en junio!!). La maniobra de juntar todos los dedos dentro del guante ya no funciona. Siguen helados. Así que recurro a medidas extraordinarias, metiendo cada pocos minutos una u otra mano desnuda en las ingles. En mi vida había tenido que recurrir a tal extremo. Pero es que si no, perdía los dedos! El resto del cuerpo todavía estaba lejos de la hipotermia, llevando puestas las 5 capas que traje y manteniéndonos en movimiento.

Seguimos, nos quedan unos 200m a la cumbre, donde seguro que se va a abrir el cielo claro (ja, ja). Pero el tiempo, lejos de mejorar, empeora. O cuanto menos, sopla más fuerte, quizás porque estamos cada vez más altos. El grupo se para, sopesa, dialoga y todavía consensúa un empuje más, unos minutos más, mientras el frío y el viento sean soportables.
Sin embargo, 10 minutos más tarde, justo antes de llegar a la cota 3.300m, el viento se vuelve brutal. Los -10ºC se convierten en una sensación térmica real de -30ºC (aunque según Pilar eran -40ºC…). Era horrible, horrible.
Ateridos, al fin vemos “la raya” que Julio Benedé nos ha comentado tantas otras veces. Esa raya que se puede pasar, pero no se debe. El límite personal entre la seguridad y la temeridad. No es que viéramos los 4 de repente “la raya”, más bien la sentimos en nuestros cuerpos de golpe. Había que regresar. Cada minuto en ese infierno de frío y viento nos robaba un calor vital. Mis manos iban de nuevo a las ingles y hasta mi cuerpo entero temblaba. Era una situación que no soportaríamos mucho más tiempo.
La decisión es conjunta y única. Hay que volver ya. Pero volver, por dónde? Teníamos las dos opciones que habíamos barajado. Bajar directos a Aigualluts por el Glaciar del Aneto o bien volver por nuestros pasos esquiando hacia abajo en suave y larga diagonal al Portillón Superior, para bajar luego a la Renclusa. El GPS nos ha “grabado” todo el recorrido de ida, con lo que nos guiará volviendo por nuestra traza. Incluso sin GPS, esta última era la mejor opción, pues se podía encontrar de cuando en cuando la huella de subida y, aunque la perdiéramos, era cuestión de ir en horizontal hasta topar con la muralla de los Portillones. Era la opción más segura.
Lo decidimos en 5 segundos, mientras yo seguía con mis manos en las ingles. Ahora da risa recordarlo, pero fue lo que salvó mis dedos.
Increíblemente, Donato encontró 10 segundos de “mente tranquila” para grabar esos terribles momentos con el viento helador azotándonos.
Podéis verlo en : http://www.youtube.com/watch?v=ljO-3ZwapgE

Volvemos esquiando, como podemos, sobre un universo blanco, carente de relieves, miráramos donde miráramos. Donato nos va guiando con maestría con su GPS, que consultamos cada 10 minutos. A veces descubríamos nuestra huella y la seguíamos un rato. Vamos trazando con cuidado y lentitud esa suave diagonal de vuelta al Portillón Superior. Nos vamos turnando en cabeza. Los que van esquiando por detrás tienen la referencia del que va delante. Pero el primero avanza como un verdadero invidente por un mundo blanco, sin saber, con los ojos, si sube, baja o si va rápido o lento. Descubro un truco para saber si avanzo y cuánto de rápido lo hago. Voy simulando el movimiento de empujarme con los bastones como un taca-taca, como si fuera en llano empujándome (aunque vamos dejándonos caer en un suave descenso). Así, clavando cada vez los bastones en la nieve voy percibiendo en mis manos lo rápido o lento que voy, como lo haría un invidente. A veces pienso que estoy avanzando y al poner los bastones veo que estoy completamente inmóvil y casi me caigo en parado. Es increíble la desorientación en ese mundo blanco...

En el glaciar del Aneto, que tantas veces hemos recorrido, sabíamos que teníamos que dejarnos caer lo justo par avanzar esquiando, trazando una larga diagonal en muy suave descenso. Pues bien, para mantener una velocidad media de descenso controlado, yendo en cabeza y sin referencias, mi sensación era que estaba continuamente girando a la izquierda. Y sin embargo sabía que iba en la buena dirección. Pues si girara siempre a la izquierda terminaría encarando la pendiente y no bajaría, sino que me pararía o me iría hacia atrás. Y sin embargo, sintiendo como que giraba continuamente con pequeños derrapes hacia mi izquierda, seguía y seguía bajando en suave diagonal. De esta forma deduje que, aunque me sentía dando círculos, la diagonal era recta y era la correcta. Newton y su gravedad me daban la razón. Pero era una sensación rarísima. Cada cierto tiempo parábamos para corroborar nuestra dirección y posición y Donato nos confirmaba con su GPS que íbamos casi calcando la huella de subida. Increíble…

Por fin llegamos al Portillón Superior, que subimos a pie, aunque esta vez sin crampones, teniendo la huella hecha de antes. A partir de allí sabemos que las dificultades están salvadas. La visibilidad mejora un poco, el viento es menos fuerte y se aprecian mejor los relieves. Hay más rocas, que nos sirven como objetos fijos de referencia para calcular nuestra velocidad al esquiar. Es hora de disfrutar de lo que queda de descenso hacia el refugio de la Renclusa.

El palmo de nieve polvo nos hace pensar si habrá rocas medio cubiertas sobre las que rayaremos los esquís o sobre las que tropezaremos y caeremos. Probamos unos giros con prudencia y vemos que no hay peligro, vemos que estos hay que disfrutarlo. Hay que aprovechar esta nieve polvo de junio que quizás nunca volvamos a tener.

Y así aprendemos a esquiar sin ver bien, como si viéramos bien. Era cuestión de créselo. "Estoy viendo bien". "Voy a bajar bien, enlazando giros. No pasa nada" (como Luck Skywalker con la espada laser y la máscar negra que le impedía ver). Había que esquiar con el instinto. Como si viéramos. Y así era, cada vez esquiábamos mejor y mejor. La habilidad se transmitía al resto del grupo y pasamos de la prudencia al placer de esquiar. Gritos de júbilo, fotos y vídeos esquiando. Pero si parece que sea enero!!
Apuramos hasta la rampa donde habíamos puesto esquís a la subida, antes de meternos donde ya no había base previa. En la parte final, Donato me grabó este pequeño vídeo esquiando:
http://www.youtube.com/watch?v=UFVyJc1Hj50&NR=1
Son sólo 12 segundos, pero cada vez que lo veo me transportan a un breve invierno que compartimos cuatro amigos en el Aneto el día de antes de comenzar el verano. Fue un regalo.
Mirando ahora hacia atrás en lo que sucedió. Si realmente hubiéramos sabido que el día no sólo no iba a mejorar, sino que iba a empeorar en altura, nunca habríamos emprendido esta empresa. El pensar que el sol nos recibiría llegando a la cima nos guiaba cada vez más arriba. Era una fe ciega de algo que nunca sucedió. Pero ahora me alegro tanto de que lo pensáramos y de que siguiéramos como lo hicimos. Fue una pequeña aventura controlada con un grupo de amigos de los que tengo que decir que tienen una gran fortaleza física y sobretodo mental. Un grupo que, en todo momento, y especialmente en los momentos más críticos, permaneció siempre unido. Dialogó siempre que la situación cambió y decidió con la cabeza y la opinión de todos. Nadie perdió los nervios y, aunque sufrimos un poco, en realidad disfrutamos de una experiencia llena de sensaciones. Con un grupo más numeroso y variado habría sido peligroso seguir en esas condiciones. Supogo que cada grupo también tiene su propia raya personal.

Y conforme sigo tecleando, sigo sintiendo ese hormigueo raro en las yemas de mis dedos. Y eso me sigue recordando unos momentos inolvidables que pude compartir con Igor, Donato y Pilar. Gracias a los 3 por vuestra fuerza, vuestra resistencia y vuestra flexibilidad. Sois los mejores!
Jorge




Mapa con el recorrido, Ediciones Alpina E-25 Geo Estel

Igor y Pilar, saliendo de la Renclusa bajo la nieve, en busca de esa futura "ventana de buen tiempo"


Primeras vueltas maría para Pilar, bajo la nieve. Nieve + frío = esquís, no? Pues de momento todo bien, parece.


Dejamos atrás el Pico Paderna y los ibones de Paderna. Pilar y Donato


Pilar en el paso del Portillón Superior. No se veía nada y soplaba que daba gusto...

Descendemos al glaciar del Aneto, cada vez se verá menos, soplará más y tendremos más frío




Imagen del breve vídeo que consiguió Donato en el momento crítico, con los violentos vientos y el frío atroz. Lo podéis ver pinchando aquí



Por fin encontramos de nuevo el Portillón superior, de vuelta


Ya hay más visibilidad. Sólo queda disfrutar bajando por nieve polvo. Bieeennn...



Pilar va cogiendo confianza con esa nieve inesperada. Si es que las tablas giraban solas!


Igor levantando polvareda de nieve en cada giro, derrapando bien las colas, controlando.


Pilar y Donato hacen una bajadita en tandem


Pilar, cogiendo velocidad en el tramo inferior


Los esquís se hunden en la nieve y ni se veían



Donato me grabó este vídeo bajando. lo podéis ver pinchando aquí


Regresamos a pie la parte baja, que ya no tiene nieve esquiable. Al fondo, La Renclusa

Pasamos al lado de la Renclusa. El paisaje parece de noviembre



Pilar, Igor, Jorge y Donato. El grupo, unido, jamás será vencido (ja, ja)


Pilar, Igor y Jorge



Tras comer juntos en Benasque, nos despedimos. Pilar, Jorge y Donato


El resto de las fotos las podéis ver pinchando aquí
Any source

No comments:

Post a Comment